La fiebre de los barrigones. por nuestra colaboradora Claribel Mabel
A dos semanas de celebrase el día de las madres, Rosario decidió que era un buen momento para realizar una reunión en su casa con sus mejores amigas y su madre.
Cintia, su mejor amiga sorprendió a todos dando la noticia de que en los últimos meses logró establecer una relación seria con una persona a la que amaba y como fruto de ese amor, ahora estaba embarazada.
Al escuchar la noticia, Rosario mantuvo los labios en el pitillo de su trago, disimulando lo mucho que le impresionaba esa frase en la boca de Cintia, tomando en cuenta que esta no llegaba aun a los 16 años.
Un rato después su madre (una mujer ya de cuarenta y largos años) confesó emocionada que tenía la sospecha de estar embarazada y en lugar de lucir preocupada por los riesgos que conlleva un embarazo a su edad, al igual que Cintia, parecía tranquila, emocionada, esperando contagiar a todos con su felicidad, aunque dentro de ella Rosario sentía que no había nada que celebrar.
Al día siguiente, camino al trabajo observó, tomó nota y comparó, con la misma disciplina del mejor de los investigadores cuantas mujeres embarazadas, pasaban por su lado en un lapso de treinta minutos. La respuesta fue desastrosa: veinte de cada diez mujeres estaban embarazadas y peor aún, todas lucían a simple vista, menores que ella.
Viendo el alboroto que se armaba en su familia al producirse algún nacimiento e incluso con la celebración de un día de las madres, Rosario se preguntó: ¿es la maternidad, lo que permite la superación personal de la mujer moderna?
A simple vista parecía que sí. Ella estaba allí en medio de una calle caraqueña y a nadie le importaba si ella era la mejor estudiante de la clase, si en seis semanas compraría un carro nuevo o si su vestido era de diseñador, todo lo que importaba era que dos 22 nuevas mujeres serían mamá.
En el subterráneo, el transporte público o en cualquier lugar de la ciudad, una mujer embarazada es señal de respeto y debilidad, por lo tanto los caballeros y las otras damas le ceden el puesto a las mujeres en estado o con niños en los brazos y a las chicas luchadoras y modernas que trabajan durante diez horas seguidas, con unos tacones de diez centímetros, nadie les dedica un día especial, ni les compra flores.
En las adolescentes de hoy, el culto a la maternidad es una constante. El hecho se debe a que estar embarazada a los 16 años, quiere decir también que la chica ha sido osada, ha tenido sexo, ha entregado su cuerpo un hombre (o a varios) y además cuenta con la suficiente valentía para asumir su aventura y lucir con gracia las consecuencias de las mismas.
Una chica en estado en plena secundaria en lugar de ser juzgada (lo que para nada sería lógico), pasa a ser el tema de conversación de todos y su popularidad aumenta desproporcionadamente, especialmente cuando llega la hora de dar a luz y sus compañeros van a esta ella a felicitarla y llenarla de obsequios.
El hecho de traer otro ciudadano a esta ciudad colapsada de gente, no es lo que importa en la juventud, lo que importa es que la chica del barrigón, es sexualmente activa, es popular, ha iniciado su vida amorosa antes que los demás y en el lenguaje adolescente todo lo que indique rebeldía, promiscuidad e independencia es sinónimo de admiración. Es por eso que las adolescentes que no llegan a consolidar un embarazo, se sienten cómodas aunque sea manifestando ante sus amigas que están en sospecha de él, y a menudo asisten a clínicas maternas a realizarse exámenes sin ninguna cohibición, tabú o vergüenza e incluso disfrutan haciéndolo con el uniforme de la escuela.
¿Qué será lo que pasa por sus cabezas?
Pobres chicas, tantas novelas mexicanas y la influencia de una sociedad todavía fundamentalista e ignorante les hace pensar que un vientre abultado, es lo único que les permite ser protagonistas, llamar la atención, hacer que todos se fijen en ellas, sin saber que, luego de la ternura de comprar la ropa del bebe, elegir el nombre y celebrarle el baby shower, lo que vine es un infierno en donde el resto del colegio y de la sociedad las olvida y las excluye hasta a una esquina en donde no les da la oportunidad de ser más que: una madre.
Pero el ser una madre, no significa ser la protagonista de la historia, ni tampoco significa ser una heroína cuya valentía y coraje hay que admirar e imitar, al contrario; una madre es solo una mujer que abre las piernas y expulsa de ellas una vida más, por el mismo orificio por donde nueve mese antes fue inseminada, y hasta allí queda la historia, lo que viene después, a nadie le importa.
Fue entonces cuando Rosario entendió, que a pesar de no recibir flores el segundo Domingo de Mayo, había valores en ella, como al disciplina, la constancia, la inteligencia e incluso el sentido del estilo y la moda, que la convertían en alguien más importante, una verdadera protagonista, una mujer de verdad y no un vientre al servicio de la magnificación de esta raza tan dañina.
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